“Urgente definir bases de liderazgo unitario”

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Benigno Alarcón Deza, director del Centro de Estudios Políticos y Gobierno de la Universidad Católica Andrés Bello

“Indispensable definir desde las bases el liderazgo unitario para lograr una transición democrática”.

 Sin la conformación de una amplia coalición social y política nadie podrá llevar adelante la titánica tarea de generar un cambio político y transformar a Venezuela en un país normal. Movilizar a la sociedad nuevamente no solo es posible, sino imprescindible para lograrlo.

 “Bien sea en el escenario de una salida electoral producto de un error de cálculo del régimen, de una transición electoral negociada, o de una elección posterior a una ruptura, el sector democrático del país está obligado a definir un liderazgo unitario que tenga la capacidad de ganar una contienda electoral sin las condiciones y garantías ideales, y tenga la legitimidad necesaria para desarrollar las tareas propias de una transición durante un periodo que nunca podría ser menor a dos años”.

Así lo plantea Benigno Alarcón Deza, director del Centro de Estudios Políticos y Gobierno de la Universidad Católica Andrés Bello, quien advierte que el sector democrático del país se encuentra sumido en la más profunda confusión y parálisis. “No podemos hacer responsable a ningún líder en particular de esta situación, pero mientras no se tomen decisiones, todos sin excepción, bien sea por acción u omisión, somos corresponsables de esta debacle. Tampoco es serio explicar la situación a partir de teorías conspirativas que solo logran dividir y debilitar aun más al sector democrático”.

-En lo personal, y hasta que alguien pruebe de manera fehaciente e irrefutable lo contrario, creo que lideres como Henry Ramos, Julio Borges, Leopoldo López, Henrique Capriles, Tomas Guanipa, Omar Barboza, Freddy Guevara, Antonio Ledezma, María Corina Machado y Andrés Velásquez, entre otros muchos, son hombres y mujeres de esta causa y no fichas del gobierno.

Considera que las dificultades para alcanzar acuerdos en la oposición tienen más que ver con condiciones estructurales de la situación, que con los actores mismos. “A fin de cuentas, se está ante una situación en donde los costos potenciales para los actores son muy altos, como lo demuestran casos como el de Leopoldo López o el de Juan Requesens, quienes están hoy entre las caras más visibles de cientos de héroes, unos más conocidos y otros anónimos, que han sido privados de su libertad o han pagado con su propia vida el costo de luchar por nuestro país. Lo menos que podemos hacer es honrarlos con nuestro reconocimiento y respeto. Asimismo, los incentivos de liderar esta lucha hacen mucho más difícil la coordinación, porque aquel líder que logre sacar adelante la transición democrática del país ocupará, sin lugar a dudas, un lugar especial en la historia de Venezuela”.

Movilizar a la sociedad

El planteamiento de Alarcón está hecho en la  sección Carta del Director, en el portal PolitikaUcab.net, donde señala: “En la medida que el país renuncie a la convicción de que el cambio político está en sus manos y no en factores o actores externos, el régimen habrá logrado desmovilizar al país y afianzarse en el poder mientras esperamos que algo pase o alguien haga la tarea que corresponde a los venezolanos, lo que es poco probable como lo demuestra hoy más de la mitad de la humanidad que se encuentra gobernada por regímenes autoritarios. Pero también es cierto que sin la conformación de una amplia coalición social y política nadie podrá llevar adelante la titánica tarea de generar un cambio político y transformar a Venezuela en un país normal”.

Expresa que “hoy, cuando la desesperanza pareciera ser el sentimiento dominante en una sociedad que, aunque mayoritariamente se opone al actual orden y exige cambio, se encuentra desmovilizada y confundida; sabemos, porque lo hemos evaluado y vivido muchas veces durante los últimos 19 años, que levantar las expectativas y movilizar a la sociedad nuevamente no solo es posible, sino imprescindible para lograr el tan anhelado cambio político”.

Agrega que “lo que no puede hacerse es volver a movilizar a la sociedad nuevamente sin una estrategia y objetivos claramente definidos, convirtiendo, de manera errónea, a la movilización en un fin en si misma y no en el medio a través del cual producir una transición democrática”.

Alarcón está convencido de que una transición democrática pacifica y sin derramamientos de sangre sigue siendo posible en Venezuela, independientemente de la demostrada falta de disposición del régimen a encontrar salidas negociadas a la situación y su disposición a utilizar toda la fuerza disponible para mantenerse en el poder.

Plantea una ruta estratégica que debe considerar, al menos, cinco componentes básicos: Presión interna, presión internacional, reducción de los costos de tolerancia, tener un plan para un gobierno que atienda la gobernabilidad durante la transición, y prepararse para una elección presidencial.

Dentro de la presión interna  destaca la necesidad de crear las condiciones para una acción colectiva coordinada y sostenible, no violenta, “y tal como sucede con una gran orquesta, ello demanda organización, planificación y ejecución con una sola partitura y bajo una sola dirección o liderazgo”.

El liderazgo necesario

El director del CEPG de la UCAB estima que la ruta descrita demanda un factor común para su desarrollo exitoso: un liderazgo que asuma la dirección y vocería única del proceso, que debe desarrollarse bajo un plan debidamente concebido.

“Sin tal liderazgo resulta prácticamente imposible lograr avances significativos en ninguno de los componentes descritos. Sin un liderazgo único o unitario es imposible lograr el nivel de coordinación para movilizar a la sociedad de manera masiva y coordinada para generar los niveles necesarios de presión interna. Sin un liderazgo único o unitario no es posible coordinar esfuerzos con la comunidad internacional de manera eficiente. Sin un liderazgo que ejerza la dirección y vocería del cambio es imposible construir una visión coherente del país posible y tampoco es posible que los actores gubernamentales o quienes les sostienen en el poder, encuentren una contraparte con quien negociar. Sin liderazgo unitario, alrededor del que se generen expectativas creíbles de cambio, es imposible conformar con suficiente anticipación equipos que puedan preparase adecuadamente para gobernar en medio de las dificultades e inestabilidad propias de una transición política. Sin un liderazgo único o unitario es imposible estar preparados para ganar una elección y blindar a un nuevo gobierno de la legitimidad necesaria para consolidar una democracia, bien sea que esta elección se produzca como resultado de la presión interna e internacional, de una negociación, o como consecuencia de una renuncia o ruptura del bloque de gobierno”.

Insiste en que la transición, como ha sucedido en la mayoría de los casos en el mundo, exige la definición de su liderazgo y de una estrategia única que permita orquestar la presión interna e internacional, asumir la vocería que permita construir una visión de país y la interlocución con quienes estén dispuestos a negociar. Un liderazgo con un equipo y un plan de gobierno apropiados a los desafíos de un proceso de democratización, y alrededor del que se construya el consenso y apoyo necesarios para garantizar su éxito en una elección que lo envista de la legitimidad imprescindible para emprender los cambios urgentes que el país necesita, pero que no resultaran sencillos.

“Tal liderazgo, para ser efectivo, demanda un importante nivel de consenso, por lo que difícilmente puede derivarse de un acuerdo entre elites partidistas. Tales liderazgos, normalmente, son legitimados desde las propias bases, bien sea mediante procesos formales, como una primaria o, ante la falta de reglas y procesos que permitan su elección, terminan por emerger y abrirse paso en medio de las dificultades y desafíos propios de un proceso de cambio político”.

Concluye Alarcón que “las circunstancias y condiciones bajo las cuales se celebró la elección presidencial del pasado mes de mayo hacen imposible para la comunidad internacional democrática el reconocimiento de la presidencia de Maduro a partir de la Enero de 2019. Tal situación constituye una nueva ventana de oportunidad que solo es posible aprovechar si, y solo si, el país y la comunidad internacional se unifican en torno a un solo objetivo: Elecciones Democráticas para elegir al Presidente que liderará un gobierno de transición a partir de Enero de 2019”.

Reporte Católico Laico