El Papa denuncia la “nube de tinieblas concentrada en la región con el silencio de tantos y la complicidad de muchos” durante la oración ecuménica
“Sobre Oriente Medio se ha ido concentrando una densa nube de tinieblas: guerra, violencia y destrucción, ocupaciones y diversas formas de fundamentalismo, migraciones forzosas y abandono, y todo esto en medio del silencio de tantos y la complicidad de muchos. Existe el riesgo de que se extinga la presencia de nuestros hermanos en la fe, desfigurando el rostro de la región, porque un Oriente Medio sin cristianos no sería Oriente Medio”. Así lo ha expresado hoy, 7 de julio, el Papa en su cita en Bari con las iglesias de Oriente Medio.
A las 7 en punto de esta mañana -7 de julio-, el papa Francisco partía en helicóptero desde el Vaticano hasta Bari para reunirse con los líderes de las Iglesias y comunidades cristianas de Oriente Medio. A su llegada, Jorge Mario Bergoglio fue recibido por las autoridades civiles y eclesiásticas de la región antes de trasladarse a la Basílica de San Nicolás, donde saludó uno a uno a los patriarcas. En la basílica, también bajó a la cripta para la veneración de las reliquias de San Nicolás y encendió la ‘lámpara de una sola llama’, símbolo de la unidad de la Iglesia.
Un autobús descapotable les trasladó a todos hacía el paseo marítimo de Bari, donde 50.000 peregrinos les esperaban para la oración ecuménica. Aunque estaba prevista para las 09:30, 15 minutos antes de lo estimado, Bergoglio cogió el micrófono para su monición introductoria para este encuentro, que lleva por título ‘¡La paz sea con ustedes! Cristianos juntos por Oriente Medio’.
“Estamos cerca de vosotros”
“Queridos hermanos, hemos llegado como peregrinos a Bari, ventana abierta al cercano Oriente, llevando en el corazón a nuestras Iglesias, a los pueblos y a tantas personas que viven en situación de gran sufrimiento. A ellos les decimos: ‘Estamos cerca de vosotros’”, ha comenzado el Papa. Y ha continuado: “Queridos hermanos, os agradezco de corazón por haber venido hasta aquí con generosidad y premura. Y estoy muy agradecido a todos vosotros, que nos hospedáis en esta ciudad, ciudad del encuentro y de la acogida”.
El Papa ha recalcado que “en nuestro camino común nos sostiene la Madre de Dios, venerada aquí como Odegitria, la que muestra el camino. Aquí descansan las reliquias de san Nicolás, obispo de Oriente, cuya veneración surca los mares y atraviesa las fronteras entre las Iglesias. Que el Santo milagroso interceda para curar las heridas que tantos llevan dentro. Aquí contemplamos el horizonte y el mar y nos sentimos impulsados a vivir esta jornada con la mente y el corazón dirigidos a Oriente Medio, encrucijada de civilizaciones y cuna de las grandes religiones monoteístas”.
Con Oriente Medio en el corazón, Francisco ha recordado que “allí nos visitó el Señor, ‘sol que nace de lo alto’ (Lc 1,78). Desde allí, la luz de la fe se propagó por el mundo entero. Allí han surgido los frescos manantiales de la espiritualidad y del monacato. Allí se conservan ritos antiguos únicos e inestimables riquezas del arte sacro y de la teología; allí pervive la herencia de los grandes Padres en la fe. Esta tradición es un tesoro que hemos de custodiar con todas nuestras fuerzas, porque en Oriente Medio están las raíces de nuestras mismas almas”.
“Deseamos encender una llama de esperanza”
Francisco ha remarcado que “esta jornada inicia con la oración, para que la luz divina disipe las tinieblas del mundo. Juntos deseamos encender hoy una llama de esperanza. Que las lámparas que colocaremos sean signo de una luz que aun brilla en la noche”.
Y es que “los cristianos, de hecho, son luz del mundo (cf. Mt 5,14), pero no solo cuando todo a su alrededor es radiante, sino también cuando, en los momentos oscuros de la historia, no se resignan a las tinieblas que todo lo envuelven y alimentan la mecha de la esperanza con el aceite de la oración y del amor”, ha afirmado. Porque, “cuando se tienden las manos hacia el cielo en oración y se da la mano al hermano sin buscar el propio interés, arde y resplandece el fuego del Espíritu, Espíritu de unidad, Espíritu de paz”, ha añadido.
Bergoglio ha pedido que “recemos unidos, para pedir al Señor del cielo esa paz que los poderosos de la tierra todavía no han conseguido encontrar. Que desde el curso del Nilo hasta el Valle del Jordán y más allá, pasando por el Orontes, el Tigris y el Éufrates, resuene el grito del Salmo: ‘La paz contigo’ (122,8). Por los hermanos que sufren y por los amigos de cada pueblo y religión, repitamos: la paz contigo. Con el salmista, lo imploramos de modo particular para Jerusalén, sobre la cual el Señor aún llora: la paz contigo”.
Combatir el “homicidio de la indiferencia”
Francisco ha continuado: “La paz: es el grito de tantos Abeles de la actualidad que suben al trono de Dios. Pensando en ellos, no podemos ya más permitirnos decir (ni en Oriente Medio ni en cualquier otra parte del mundo): ‘¿Soy yo el guardián de mi hermano?’ (Gn 4,9). La indiferencia mata, y nosotros queremos ser una voz que combate el homicidio de la indiferencia”.
Y ha reseñado que “queremos dar voz a quien no tiene voz, a quien solo puede tragarse las lágrimas, porque Oriente Medio hoy llora, sufre y calla, mientras otros lo pisotean en busca de poder y riquezas. Para los pequeños, los sencillos, los heridos, para aquellos que tienen a Dios de su parte, nosotros imploramos: la paz contigo. Que el ‘Dios de todo consuelo’ (2 Co 1,3), que sana los corazones destrozados y venda las heridas (cf. Sal 147,3), escuche nuestra oración”.
Al final de la oración, que ha contado con textos leídos en varios idiomas por los patriarcas y también cánticos de todas las tradiciones, el Papa y los patriarcas regresan en autobús a la Basílica de San Nicolás, donde, tendrá lugar un encuentro a puerta cerrada antes de almorzar.
Vida Nueva