Mensaje de Adviento
El Adviento es un tiempo propicio para hacer un camino de fe para celebrar el Nacimiento del Salvador, el Santo de Israel que se hace Dios-con-nosotros, aquella noche oscura, fría y solitaria de Belén.
Adviento es, pues, ponerse en “camino a Belén”, y este camino requiere de ciertas actitudes que el Evangelio, precisamente en los cuatro domingos, nos va sugiriendo. Y es que cada vez que vamos a salir de viaje necesitamos prepararnos, y lo primero que el evangelio nos va a decir es que debemos estar alertas, una necesidad de ponernos “al pendiente”, vigilantes y en oración, encender las lámparas de la fe para emprender nuestra aventura rumbo a Belén; y es que Dios viene, y no es una venida como quien llega de visita a casa por un rato, un café, una tertulia de un par de horas y hasta la próxima, no, nada que ver, Dios viene a la vida de cada uno y no de visita, viene a quedarse. Es por ello que en este camino a Belén debemos estar preparados y vigilantes.
Prepararse, hacer las maletas, tenerlas listas, como Juan el Bautista que sale del desierto, ese lugar donde Dios le ha hablado al corazón y lo impulsa a salir y a comunicar a todos que se preparen porque el Señor está cerca.
Como José, salgamos acompañados de María, juntos en familia, con el compromiso de cooperar al cambio de nuestras vidas y la de nuestra sociedad, y puede que nos preguntemos ¿Qué hacer para lograr ese cambio? Respondamos no con las solas palabras, nuestra respuesta ha de ser de hechos, acciones concretas de la propia vida, dar a quien necesita, expresar el amor más allá de un simple, aunque significativo “te amo”, decirlo puede resultar un tanto fácil, pero qué tal si lo vivimos, actuando conforme a la ley del amor, sin egoísmo.
Salimos de viaje, sin saber las situaciones que se nos presenten en el camino, y en este camino a Belén, seguro encontraremos situaciones en las que no podemos hacer, una vez más, de los que vemos, conocemos y sabemos las necesidades del otro y nos hacemos la vista gorda. Es hermoso encontrar, en el Evangelio, a una jovencita que al estar al tanto de todo sale presurosa a ponerse a disposición de quien necesita, esa es María, no se guarda su fuerza y vigor de juventud para sí, no se pone a calcular cuánto dinero puede tener en la bolsa; sabe y entiende que Isabel esta mayor y le necesita, y corre a ponerse a su servicio.
Es curioso y pudiera decir que muy normal, que, por este tiempo, pensemos hacer las cosas con pomposidad, y es que cada vez que un niño va a nacer se prepara lo mejor para recibirle, que triste que ninguno recuerde nada de esa llegada al mundo. En el camino a Belén, donde también un niño va a nacer, Dios nos va mostrando un camino totalmente distinto al que nosotros preparamos, y es que el Dios de la Vida quiere una vida vivida con sencillez, solidaridad, servicio. Dios nos quiere en movimiento, nada de cristianos estáticos, como María de Nazaret, en medio de las adversidades propias de su tiempo se mueve a servir con generosidad, es ella un signo de una fe viva, ¿Cuáles son nuestros signos de fe viva?
Llegar a Belén, es encontrar un ambiente de desesperanza y desesperación, pues no hay lugar en posada alguna, y es también encontrar la calma y serenidad pues nos espera un sencillo y humilde establo, lleno de incomodidad, frio, oscuridad, pero es ese lugar donde la el Dios de la Vida se va a manifestar y su luz brillará tanto que hasta los ángeles del cielo harán concierto cantando “Gloria a Dios, y paz a los hombres”.
Padre Deiby Sánchez – @pdeibysanchez