El Administrador Apostólico de Caracas y Arzobispo de Mérida, Cardenal Baltazar Porras, presentó en sus redes sociales a la niña que habría recibido el milagro atribuido a José Gregorio Hernández, conocido como el “médico de los pobres”.
“Presento a la niña Yaxuri Solorzano, quien fue beneficiada por el presunto milagro atribuido al Venerable Doctor José Gregorio Hernández, el cual fue superado con éxito ante el Colegio Médico del Vaticano en camino hacia su beatificación. Hoy junto a su familia en reunión del clero”, contó el Purpurado a través de su cuenta de Twitter este 19 de febrero.
En las imágenes publicadas se observa a la menor, que hoy tiene 13 años, junto a dos familiares, entre ellos su madre Carmen Ortega, y al Cardenal Baltazar Porras. La niña recibió del Purpurado una medalla del Venerable José Gregorio Hernández.
En una declaración compartida por la Arquidiócesis de Caracas, la madre de Yaxuri afirma que llegó a la sede del Episcopado Venezolano para “pagarle promesa al Venerable luego de los favores concedidos”.
El 9 de enero la Comisión Médica de la Congregación para las Causas de los Santos reconoció la curación inexplicable de la niña, que recibió un balazo de escopeta en la cabeza en marzo de 2017 cuando delincuentes intentaron robar la moto de su padre. El hecho ocurrió cerca de su vivienda en el caserío Mangas Coveras del estado venezolano Guárico.
En aquel entonces, en el Hospital Pablo Acosta Ortiz, donde fue internada, los médicos decidieron realizarle una cirugía de pronóstico reservado. En el improbable caso que sobreviviera a la herida de bala y a la cuantiosa pérdida de sangre, masa encefálica y huesos, los doctores pronosticaron que quedaría con discapacidad motriz, lingüística, pérdida de memoria y visión.
“A pesar de muchas circunstancias adversas: lugar lejano, mucho tiempo transcurrido entre el incidente y la llegada al hospital, y del pronóstico inicialmente negativo de los médicos, la niña se curó totalmente, de manera inexplicable por causas naturales”, dijo el Arzobispo Emérito de Caracas, Cardenal Jorge Urosa, a ACI Prensa en una entrevista previa en enero de 2019.
Anteriormente, una fuente eclesial reveló al medio local Panorama que “el hecho fue calificado como inexplicable por el tribunal cuando una tomografía realizada el pasado diciembre (2018), ordenada por el tribunal, mostró que la niña tenía la lesión en el cerebro pero se encuentra totalmente asintomática, sin secuelas, cuando –21 meses después de haber recibido el balazo, ahora con 12 años– debía presentar discapacidad, según el pronóstico del neurocirujano”.
Breve biografía de José Gregorio Hernández
José Gregorio Hernández nació el 26 de octubre de 1864 en el pequeño pueblo campesino de Isnotú, estado de Trujillo (Venezuela). Su madre falleció cuando él tenía solo ocho años.
Estudió medicina en Caracas y tuvo tanto éxito que el presidente venezolano lo envió a estudiar microscopía, histología normal, patología y fisiología experimental en París.
Al volver fue profesor en la Universidad Central de Caracas. Después de llevar a su familia a la capital, quiso ser monje de clausura en Italia, para dedicarse solo a Dios.
En 1908 entró a la Cartuja de Farneta con el nombre de hermano Marcelo. Sin embargo, algunos meses después se enfermó y su superior le ordenó volver a Venezuela para recuperarse.
Llegó a Caracas en abril de 1909 y ese mismo mes recibe permiso para ingresar en el Seminario Santa Rosa de Lima, pero siguió anhelando la vida monástica. Volvió a Roma luego de tres años, hizo algunos cursos de Teología en el Colegio Pío Latinoamericano, pero una vez más enfermó y tuvo que volver a Venezuela.
Comprendió que Dios lo quería laico y ya no intentó volver a la vida religiosa. Decide convertirse en un católico ejemplar siendo médico, sirviendo al Señor en los enfermos.
Dedicaba dos horas diarias para servir a los pobres.
Un día, mientras cruzaba la calle para comprar medicinas para una anciana muy pobre, fue atropellado y llevado a un hospital donde un sacerdote pudo impartirle la Unción de los Enfermos, antes de morir el 29 de junio de 1919.
Caracas se conmovió y muchos decían: «Ha muerto un santo». Fueron tantos los que asistieron a su velorio que las autoridades tuvieron que intervenir para organizar a la multitud que quería despedirse de él.