El Señor elige a quien quiere y le unge. El joven David fue subestimado por su padre Jesé que le puso una etiqueta, le discriminó y no le presentó ante el profeta Samuel, sino porque el profeta mismo se lo pidió. Esto nos permite apreciar que la elección de Dios pasa por encima de toda concepción humana, de nuestras pretensiones y definiciones. Dios es quien llama y elige.
Así, elige Jesús al ciego de nacimiento para hacerle ver, a pesar de que este ciego no estaba pidiendo ver como lo pidió aquel otro de Jericó. Este de hoy estaba acostumbrado a la oscuridad y por ello se encontraba en la miseria de la conciencia errónea invencible, pero el Señor le tiene misericordia, le pone barro en los ojos y le hace ver.
Así como nos hace ver a nosotros poniendo en nuestros ojos la Palabra, que sale de su boca y que mezclada con la tierra de nuestra historia personal se convierte en barro que nos hace ver nuestros pecados para que, lavándonos en la fuente de Siloé, que hace referencia al bautismo, a la vida sacramental, a la Iglesia, podamos ver el amor de Dios presente en nuestras vidas.
Esa Palabra, hecha barro en nuestros ojos, se manifiesta a través y por medio de acontecimientos concretos que afectan nuestra vida de un modo u otro, porque la Palabra de Dios acontece, es viva y eficaz. Quizá convenga este domingo hacernos esta pregunta:
¿Mediante qué acontecimiento personal está Dios hoy poniendo barro en mis ojos para hacerme ver?
Padre Alberto Gutiérrez