Dios se ha hecho carne

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Padre Alberto Gutiérrez

Por el Padre Alberto Gutiérrez

Al celebrar la solemnidad de la Anunciación, recordamos el amor que encierra el misterio de Dios hecho carne.

“Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos”, ha dicho el Señor; y no hay mayor expresión de ese amor que aquella del Dios Omnipotente que se ha hecho como nosotros en todo, menos en el pecado.

Dios ha asumido nuestra condición, incluso nuestra psicología y emocionalidad, nuestro todo, nuestro ser de barro.

El misterio de la Encarnación del Señor que se concreta históricamente en la Anunciación del Ángel a María es el cumplimiento de la promesa del protoevangelio. Ha llegado la plenitud de los tiempos, Dios es con nosotros, el Enmanuel prometido. Es con nosotros el Señor y se ha hecho como nosotros y sufre con nosotros y por nosotros hasta pagar la factura de nuestros pecados y sube al árbol de la Cruz para cubrirnos con su misericordia, la sombra del Altísimo que cubrió a María que, postrada a sus pies, nos recibe como Madre y desde la cruz se proyecta sobre toda la humanidad para redimirla haciéndose historia con ella en la Iglesia que, encarnada en el mundo, como sierva de la humanidad prolonga y hace presente el misterio de la salvación.

Así, la Encarnación del Señor en María es la encarnación en la humanidad nueva que él mismo Dios ha creado en ella para liberarla, para vivir una vida nueva. El es la nueva creación, el nuevo Adán, la nueva vida de Dios en nosotros, la que habíamos perdido por el pecado de nuestros primeros padres y que ha sido restaurada en el vientre de la Purísima, él es el niño del pesebre pobre, el hombre de la cruz. Es la restauración del amor que hace posible la comunión, la fraternidad, el servicio, porque ha sido sanada la herida de la soberbia que llevó al pecado, del egoísmo que lo multiplicó, de la indolencia ante sus frutos de miseria y muerte.

Ahora es posible de nuevo el amor porque la inocencia de la creación ha sido restaurada en el vientre de la Cordera Inocente y la humanidad caída ha recibido una nueva oportunidad, definitiva.

No es sólo un anuncio lo que conmemoramos en esta solemnidad sino el cumplimiento fiel de la promesa hecha a nuestros padres.

Padre Alberto Gutiérrez

Parroquia Purísima Madre de Dios y San Benito de Palermo, de El Bajo.