Son las 3:00 de la cálida tarde caraqueña; luego de laborar me dirijo al Ferrocarril de Los Valles del Tuy, ingreso al sistema y sorpresivamente una funcionaria me ayuda a bajar al andén (no es común) y me sube al tren. Le indica a unos usuarios que los asientos azules son preferenciales, que por favor, me cedan el puesto.
Efectivamente los ciudadanos lo hacen, pero al retirarse la trabajadora despliegan un montón de palabras, muchas poco respetuosas que no puedo publicar, argumentando que me han visto caminando en diferentes lugares y no me tropiezo, por ende “veo y me hago el ciego, etc.”.
“¿Es ciego de los ojos o de las piernas?”
Así transcurre el viaje desde la estación de Caracas hasta Charallave. Cuando voy a bajar del tren, unos usuarios me chocan el bastón de rastreo y me detengo para evitar caer a la vía, al tiempo que uno de los ciudadanos comenta: “mira al ciego, qué falso es, va solo y, claro, se paró porque tiene que seguir fingiendo que no ve; los verdaderos ciegos no andan solos ni se visten bien, porque yo los veo es pidiendo”.
Logro recuperar el control de mi bastón y sigo mi camino sin responderle a ninguno de los comentarios despectivos. Entiendo que es un problema de desconocimiento y cultural, que generaliza en este caso a las personas ciegas como mendigas, lo que evidentemente es un gran error porque el que unos ciudadanos tristemente estén en la mendicidad no quiere decir que todos los seres humanos que habitamos el país estamos en esa lamentable situación. Además, la condición de persona con discapacidad no tiene porque pertenecer automáticamente a la indigencia.
Quien suscribe este artículo tiene 2 títulos, es profesor universitario, labora en varios empleos, conoce personas con discapacidad ejerciendo sus profesiones en diversas instituciones públicas y privadas. Es cierto que no somos todas las personas con discapacidad quienes estamos preparados para trabajar ni todos los aptos estamos incluidos en una faena. Pero tampoco somos indigentes, es solo un grupo quienes están en esa lamentable situación; ellos, por múltiples factores, están en esa condición triste pero es una minoría. Siempre, generalizar es malo porque el mundo no es blanco o negro, existen matices y cada vida es una historia.
Por desconocimiento, en oportunidades algunos ciudadanos discriminan desde la negación de la condición de persona con discapacidad. La misma puede ser explicita o implícita, en ambos casos son dañinas porque se rigen por los imaginarios prejuiciados del no poder o de que por ejemplo una persona ciega tiene que chocar con todo. Además, omiten nuestro Derecho a opinar y tomar decisiones por pequeñas que sean.
¿Qué hacer para no discriminar?
Comprender que existe la diversidad, respetar es la palabra clave, en la medida en que hay respeto se reconocen los Derechos de toda la sociedad.
Brindar apoyo a los abuelos en especial si son pacientes renales u oncológicos. No pretender pensar por las personas con discapacidad, bien dice nuestro lema: “nada de nosotros, sin nosotros”. Aceptar que los seres Humanos nos equivocamos pero no magnificar nuestras fallas ni endiosar a nadie por tener una discapacidad. Desechar la negación que es la mayor discriminación con la que nos enfrentamos a diario.
Fe y Alegría Noticias
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